Alberto y Raquel

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La llegada del cyborg

La llegada del cyborg

Una introducción a un gran mito de nuestro tiempo

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Raquel Castro
jul 04, 2025
∙ De pago
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La llegada del cyborg
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Les damos la bienvenida a este texto recobrado de Raquel, acerca de un personaje que todos conocemos pero en el que no siempre pensamos: el “organismo cibernético”.


A man with a purple light on his face
Milad Fakurian — Unsplash

Las herramientas son todos los objetos que empleamos para extender, amplificar o suplementar las posibilidades de nuestro propio cuerpo. El cuchillo que funciona mejor que nuestros dientes; los lentes que vuelven un poco mejores a los ojos; los instrumentos de escritura, que amplifican y vuelven más permanente la memoria individual.

Durante siglos, la línea divisoria entre los seres humanos y sus herramientas pareció clara. Pero en 1960, los científicos Manfred Clynes y Nathan Kline acuñaron el término cyborg (acrónimo de cybernetic y organism: organismo cibernético) para referirse al desarrollo tecnológico que, según ellos, haría falta para llevar a los seres humanos a vivir en otros planetas. No sólo objetos que emplear, sino modificaciones al propio organismo humano, que pudieran aumentar sus capacidades sin que hiciera falta un esfuerzo consciente de quienes las recibieran para poder utilizarlas. Seres humanos aumentados.

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Por una parte, la idea es poderosa, y nos ha obligado a hacernos preguntas complejas acerca del cuerpo humano, la evolución y las posibilidades futuras de nuestra existencia. Por otra, ha llevado a que comprendamos de otra forma la tecnología que efectivamente se integra con el cuerpo y lo modifica, como un marcapasos o una cadera artificial. Pero sobre todo el cyborg se ha convertido en una figura icónica de la ficción contemporánea, que se encuentra en el cine, la literatura, el cómic, le televisión, los videojuegos y más allá.

No hay que confundir cyborg con robot. Esto ocurre con frecuencia porque las dos criaturas son semejantes, y más en los medios masivos, cuyos guionistas no siempre están interesados en la exactitud de sus términos científicos. Por ejemplo, el Terminator (de la película de James Cameron de 1984) no es un cyborg, aunque se diga que lo es, sino un robot envuelto en piel humana, que le sirve sólo como disfraz. Y los jaegers de Guillermo del Toro en Titanes del Pacífico (2013) tampoco alcanzan a entrar en la categoría de cyborgs, porque si bien amplifican los movimientos de sus pilotos e integran sus sistemas nerviosos sin que haya esfuerzo consciente por parte de ellos, son máquinas en las que se puede entrar y salir.

Y tampoco hay que creer que todo cyborg tiene una mano mecánica, un ojo-cámara de metal negro (o con una malévola luz roja) o puertos USB en la cabeza.

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Una publicación invitada por
Raquel Castro
Escritora mexicana / Mexican Writer Asistente del Gato Pulgas y confidente del Gato Morris.
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