¡Hola!
¿Cómo están? El año 2024 está terminando con muchos altibajos para nosotros: igual noticias alegres que de las otras. Pero estamos felices de poder compartir este ratito, manque sea virtual, con ustedes.
Si tienen cualquier pregunta o comentario acerca de lo que estamos enviando a sus buzones, por favor no dejen de escribirnos. Pueden hacerlo en cualquiera de nuestras redes sociales, en la aplicación de Substack o respondiendo a este correo.
Y, como siempre, un agradecimiento a todas las personas que se han apuntado con nosotros como suscriptores de paga. Su apoyo y su confianza son muy valiosos, y –como tal vez ya hayan visto– estamos cumpliendo lo prometido y publicando más textos prémium.
Ah, y si el título del presente boletín les suena raro, viene de la letra de la canción que sigue, que por supuesto indica –de modo inequívoco– la edad que tenemos. 👴🏽👵🏽
Este mes en YouTube
Los programas que tenemos planeados para el mes de enero de 2025 son los siguientes:
6 de enero: #Escritura2025 — Cómo entender la ficción
13 de enero: Música literaria
20 de enero: Lecturas reconfortantes
27 de enero: Nuevo terror latinoamericano (programa pregrabado)
Todos los programas serán a las 21:30 horas, tiempo del centro de México, en nuestro canal de YouTube, donde también está disponible el archivo completo de nuestras transmisiones y videos desde 2015. (¿Ya vamos a cumplir 10 años haciendo esto?) 🙀
Cosas por venir
Este enero no tenemos eventos programados. Alberto estará buena parte del mes en Tepoztlán, en la residencia anual que imparte allá dentro de Under The Volcano, un proyecto binacional con el que ha estado colaborando desde 2020 (él lleva el taller intensivo de narrativa en español); por su parte, Raquel seguirá reponiéndose de su operación en el ojo (véase más abajo) en casa, con los gatitos.
Por otra parte, sí tenemos un montón de proyectos en marcha –de los que todavía no podemos contarles– y un aviso virtual. En febrero se abre un taller en línea, sabatino, impartido por Alberto. Todos los detalles están ya en esta página; habrá 16 sesiones, de 17:00 a 19:00 horas, a partir del sábado 8 de febrero.
Qué estamos leyendo
Raquel — Últimamente he estado leyendo muy poco, la verdad (véase la nota azul de Alberto para más información al respecto, je). Pero en los ratitos que he podido, he avanzado con Tu peso no es el problema, de Raquel Lobatón, un libro de no ficción. Conocí el trabajo de mi tocaya en Instagram, y me gusta mucho su manejo de la nutrición y la imagen corporal. Creo que en este mundo tan centrado en la apariencia física y en el culto a estándares imposibles de belleza y hábitos, es muy necesario detenernos de vez en cuando a revisar nuestras creencias con respecto a la salud, la alimentación y la manera en que nos autoexigimos constantemente. Voy como a la mitad del libro, que tiene una prosa muy ágil pero que me obliga cada tanto a hacer una pausa y reflexionar sobre mi propia relación, no sólo con la comida, sino con un montón de cosas que tenía/tengo muy normalizadas. Muy recomendable.
Alberto — Estoy leyendo todos los cuentos de un libro menos uno. Me explico: el libro se llama Cabezas en la ventana. Antología de terror latinoamericano…, y yo salgo en él, así que ese cuento me lo salto. La verdad es que ya sé en qué acaba. 🙈 (Su título es “William” y trata de un loco muy, muy peligroso.) Por otra parte, el resto de textos forma una lista excepcional: junto con nombres tan famosos como Mariana Enríquez, Elaine Vilar Madruga, Ramiro Sanchiz, Bernardo Esquinca y Solange Rodríguez Pappe, están los de nuevos talentos como Marcus Edjical Goth, Stephany Méndez Perico, Jumko Ogata, y también amigos y exalumnos como Gabriela Damián Miravete y Enrique Urbina. Y más. Y de esos cuentos no he leído ninguno. Esta fue la última novedad de 2024 para mí, y la publicó, aquí mismo en México, Elefanta Editorial. (Aprovecho para agradecer a Emiliano Becerril, quien me invitó al proyecto.)
La película del mes
Esta es una película palomera (¿todavía se dice así?). No tiene otra aspiración que entretener. Y la verdad es que nos entretuvo. La co-dirigió, con Gerardo Gatica, un actor y productor mexicano, Luis Gerardo Méndez, que se hizo famoso por Club de Cuervos: una serie (también para Netflix) acerca de futbol. Méndez tiene también el papel estelar: Alan, el “carismático líder” de una boy band mexicana de los años noventa que mucho, mucho, mucho tiempo después intenta un retorno.
Technoboys nunca fue un grupo real (hay gente que parece creerlo, triste caso), pero el guionista Alexandro Aldrete lo imaginó basándose en varios que sí existieron: ¿recuerdan, digamos, a Magneto, Mercurio, OV7? En supuestas tomas de archivo, cada integrante de Technoboys muestra una imagen prefabricada y distintiva. Además de Alan, estaban Leo “el guapo”, Freddy “el elegante”, Charlie “el chico malo” y Babyface, el chistoso que usaba gorra (o, como dice la conductora de un programa de chismes, “el incomparable dios del baile”). En la actualidad, décadas después de su ascenso y su caída en el olvido, Alan intenta lidiar con su crisis de la edad madura reviviendo las glorias de su juventud. En la película, como en la vida real, hay grandes cantidades de artistas de aquel tiempo que se reúnen para hacer giras y darle gusto a los fans que han envejecido con ellos, y Alan avisa a sus antiguos compañeros que han sido invitados a una de esas giras.
Hasta ahí todo bien (otro grupo real, Timbiriche, ha existido dos veces más tiempo como espectáculo de nostalgia que como el grupo infantil que fue), pero ha habido muchos cambios en las vidas de los Technoboys, y se nota. Leo es ahora empresario new age; Babyface es detective privado y se ha quedado calvo; Freddy está parapléjico desde que un toro lo corneó, y Charlie es ahora Charlize, una mujer trans. Además, Alan revela pronto su obsesión con Melena (Karla Souza), una cantante todavía de éxito con la que tuvo un amorío. Como es de suponer, ocurren cosas.
La mejor parte de Technoboys está en muchos detalles cómicos de esas cosas que ocurren. Los espectáculos de nostalgia siempre tienen algo un poco penoso o ridículo, que aquí, desde luego, se plantea de manera obvia. Pero igual que algunas de esas bandas antiguas consiguen reírse un poco de sí mismas (como New Kids on the Block con la canción “The Boys in the Band”; vean el video, realmente vale la pena), la película aprovecha para burlarse de las obligaciones de la fama, de la ambición y la codicia del mundo del espectáculo y hasta de los prejuicios raciales y sexuales de otras épocas y de la actualidad. El personaje de Charlize –que no es nunca objeto de burla– está interpretado por Daniela Vega, actriz trans chilena que estelarizó la película Una mujer fantástica de Sebastián Lelio, ganadora de varios premios internacionales incluyendo un Oscar. También hay varios momentos muy buenos en los que el machismo de personajes como Alan y Freddy (Fernando Bonilla) se cuestiona de frente, y un diálogo en el que otro personaje, Yanet (Mónica del Carmen, enorme actriz mexicana), reprocha a Melena que se haga pasar por afrodescendiente cuando en realidad es blanca.
(No tienen idea de cuántas imposturas así suceden en la vida real.)
Por cierto, las canciones originales compuestas para la película –que podrían haber quedado muy bien en álbumes de artistas reales– fueron producidas por Amandititita y Ulises Lozano, su esposo, de la banda regiomontana Kinky.
Hace unos días, Alberto me leyó un artículo (del periodista Ed Zitron) acerca de cómo Internet ha pasado de ser una promesa de libertad creativa a un mercado lleno de vendedores fraudulentos y carteristas digitales. Me impactó mucho, porque yo empecé mis incursiones en La Red (así, con mayúsculas e intenso enamoramiento) en 1995 o principios de 1996, y pasé de maravillarme por la velocidad del correo electrónico y los chatrooms en html (haciéndome de amigos queridos en diferentes lugares del mundo) a la caótica diversión de los grupos de Yahoo (con montones de cuentas distintas para responder a diferentes proyectos de ficción colaborativa) a los re-encuentros con personas del “pasado” en Hi-5, MySpace y luego Facebook. Abrí una cuenta de Twitter que no usé por años porque no tenía conexión fuera de la computadora de escritorio y luego la retomé con vehemencia cuando tuitear desde el celular se volvió algo fácil y barato. Disfruté los primeros filtros de Snapchat, cuando todo era ponerse nariz y lengua de perro, y durante un tiempo que a mí me pareció una vida le dediqué mi creatividad a un sitio de creación de comics vinculado a los perfiles de Facebook. Tuve una página personal en Geocities con varias secciones (incluyendo un cuestionario de opción múltiple sobre mí misma, todo hipervinculado), una bitácora en Blogger, un perfil en Goodreads y hasta uno en LinkedIn.
Y, de algún modo, eso ha derivado a tener que abrir diario mi correo electrónico porque si no me ahogo entre mensajes fraudulentos, publicidad de todo tipo de negocios, noticias de periódicos y notificaciones de sitios que ya no visito y que me extrañan mucho (o eso dicen). En Facebook, me pierdo entre pleitos variados (el más reciente: ¿Candy Candy se quedó con Albert o con Terry al final de la novela Candy Candy, la historia definitiva?), chismes llenos de morbo y demostraciones de narcisismo; y sólo consigo enterarme de lo que publican mis familiares y amistades si visito expresamente sus perfiles, porque El Algoritmo (con mayúscula y temor reverente) escoge de manera misteriosa lo que me aparece en pantalla. Los jueguitos que antes me tenían horas y horas en un estado de gozosa semi-inconsciencia ahora tienen tantos comerciales que hacen que, en retrospectiva, la televisión abierta de los años 90 parezca un lujo. En Pinterest, que abrí sobre todo para buscar “inspiración” para decorado de mis uñas y juguetes para mis gatos, cada tres clics caigo en un comercial de tienda china que parecía ser otra cosa. Creo que el único lugar donde no me siento estafada es en las tiendas chinas, porque cuando abro las aplicaciones correspondientes sé ya que me van a timar al menos un poquito.
En fin, que cuando Alberto me leyó el texto que les cuento, empecé a ver con otros ojos todo esto. Quizá no sirva para cambiar mi relación con los basureros de internet, pero al menos me anima a buscar activamente otras cosas: cursos gratuitos en línea, videoconferencias de gente a la que admiro, documentales y especiales de comedia en sitios que merecerían más difusión (otro día, si quieren, les hago una listita con mis recomendaciones). Por cierto: al menos de momento, Substack es una de esas cosas que me ayudan. Sigo pocas cuentas, pero que me gustan y me ponen de buenas (de esto también, si quieren, les hago luego una listita con recomendaciones) y escribo, junto con Alberto, notas para ustedes, pensando en hacer algo que pueda dar a otros eso que mis suscripciones me dan a mí.
Hemos pasado estas últimas semanas, como se dice a veces, en el ácido. De ida a la FIL Guadalajara, Raquel empezó a tener molestias en un ojo: una mancha persistente, “flashazos” ocasionales. No pudimos ir a un doctor allá, y de regreso, cuando por fin fue posible hacerlo, nos dijeron que ella tenía un desgarre en la retina. No un desprendimiento, que hubiera sido mucho peor, pero (como se podrán imaginar) eso no era ningún consuelo, y menos agregado al padecimiento del oído que Raquel tiene desde comienzos de 2024.
Ya la operaron: un procedimiento ambulatorio con rayo láser, que fue muy rápido y tuvo buenos resultados. Pero la recuperación prosigue, hace falta seguimiento por parte de los doctores y yo le recuerdo a Raquel, cada tanto, que use los lentes oscuros. (Los otros tendrán que ser reemplazados posteriormente.) Sea como sea, persistimos.
Espero que no les moleste que les cuente esto. Quise hacerlo porque, aun con la incertidumbre y la angustia, Raquel ha procurado mantenerse animada y me ha hecho caso cuando le he pedido que me deje ayudarla. Esto es un esfuerzo grande, y una confianza que agradeceré siempre, para una persona que siempre ha procurado ser autosuficiente y, en más de una ocasión, ha dado muchísimo más de lo que esperaba de ella.
¿Les ha tocado escuchar que a una persona enferma la llaman “una guerrera”, como si las enfermedades se curaran a golpes o quien no se alivia tuviera algún tipo de culpa, por falta de técnica o de fuerza bruta? Hacer eso me parece injusto y cruel, y lo tengo todavía más claro desde que este problema comenzó. Lo que nos hace falta es poder reconocer y aceptar la vulnerabilidad de quienes amamos, acunarla, protegerles hasta donde sea posible; yo espero estar haciendo lo suficiente de esa tarea ahora mismo.
Y el gato del mes es…
Pulgas, en brazos de Raquel. 😺
Una vez más, gracias por recibirnos en sus buzones, sus computadoras o sus teléfonos. Gracias por acompañarnos en nuestras aventuras por los libros, las historias y la imaginación. Y que el año que va a comenzar sea mucho mejor de lo que esperamos. 💖
¡Felicidades!
—Alberto y Raquel
¡Saludos queridos maestros!
Siempre es un placer leerlos, me hacen sentir la vida.
Maestra, deseo te recuperes pronto ( lento pero seguro, como diría la abuela ) y hagan caso a las recomendaciones médicas.
¡Feliz 2025!
¡Abrazos!
Me encantó esta entrega de "Feliz 2025", las dos notas (púrpura y azul) y sentir tan idéntico el periplo con internet que cuenta Raquel con el que viví en las mismas épocas, y la correspondiente desilusión con lo que es hoy! Voy a ver si le hago más caso a Substack. Feliz 2025 también para ustedes, escritores. Desde Montevideo!