El desconocido Anthony Burgess
Alberto cuenta la historia de un gran escritor en este texto recobrado
¡Hola! Les damos la bienvenida a este artículo recobrado de Alberto. Se publicó en 2016 y se trata de un gran escritor que merecería ser más conocido: Anthony Burgess (1917-1993).
1. Creo que esto no es habitual: escribir acerca de un autor que cumplirá su centenario antes de que éste llegue. Pero esta nota aparecerá en el paso de 2016 a 2017, que es cuando se cumplen 100 años del nacimiento del gran Anthony Burgess (1917-1993), narrador, compositor, periodista y erudito inglés, quien tituló al segundo tomo de sus memorias Tuviste tu tiempo (You’ve Had Your Time, 1990) y dijo muchas veces que nadie iba a recordarlo más que por una novela: La naranja mecánica (1962). Desde el siglo pasado, ese libro ha sido un poco borrado por la versión fílmica que hizo de él Stanley Kubrick en 1971. La película de Kubrick se aleja también. Mientras escribo esto, de hecho, da la impresión de que el país en el que vivieron ambos, y en el que Burgess nació, también podría llegar a ser cosa del pasado en muy poco tiempo. Me gustaría invitar a que la gente leyera a este escritor medio desaparecido: ayudar a su reaparición.
2. Tampoco es tan difícil. Ni siquiera ahora. Mi primer encuentro con Burgess, por ejemplo, se debió a una edición barata de La naranja mecánica, a la venta en un supermercado. Fue cuando estaba terminando la preparatoria. Ya había visto la película de Kubrick y la cubierta, con el famoso ojo de grandes pestañas, me llamó la atención. Lo compré, lo puse en la fila –siempre he tenido varios libros pendientes en cualquier momento dado– y cuando llegó su turno lo leí. De un tirón. Hasta hoy, el Alex narrador –el pandillero adolescente que es sometido a horribles experimentos de control mental– me fascina y me repele a la vez. Le tengo piedad en sus momentos malos, porque quienes lo rodean son todos monstruosos, cada uno a su manera.
3. Luego descubrí que La naranja mecánica es anómala en la obra de su autor, una obra satírica y dura cuando las más de sus novelas son cómicas, de risa menos siniestra o al menos más fácil. Pero siempre está allí su gusto por el lenguaje, su forma de entender la vida humana y su gusto por jugar, dentro de sus obras, con la misma literatura, haciendo toda clase de referencias y guiños a la tradición de su país y de occidente. Un ejemplo está en las dos ficciones que Burgess escribió sobre William Shakespeare: el relato “El encuentro en Valladolid”, donde también sale Cervantes y los dos grandes autores conversan, y la novela Nothing Like the Sun, de 1964, que se pregunta (y se responde) quién fue realmente la famosa Dama Oscura, el misterioso personaje que Shakespeare menciona varias veces en sus Sonetos.
4. Hay más cosas que me gustan hasta hoy de Anthony Burgess. Está el recurso de la rima: de los ecos que se pueden hallar en palabras y frases en pasajes novelescos, y que Burgess usa, por ejemplo, al comenzar todas las nuevas secciones de La naranja mecánica con la misma frase. (Y su última novela, la póstuma Byrne, de 1995, está de hecho escrita en verso.) También me gusta la invención de lenguas inexistentes, como el nadsat, el dialecto de los pandilleros de La naranja…, que es mitad inglés y mitad ruso y que está tan hábilmente planteado que un lector atento lo va aprendiendo sin ayuda a medida que avanza por el libro. Burgess fue lingüista, aprendió muchos idiomas e inventó al menos otro más: el que hablan los hombres primitivos en la película La guerra del fuego (Jean-Jacques Annaud, 1981).
5. Pero sobre todo me fascina el tono de su obra entera: su postura ante los hechos narrados, que está en algún sitio de los sentimientos humanos donde se tocan el fatalismo, la indignación, la rabia y la melancolía. Tal como en el título de su autobiografía. Otro ejemplo: Burgess escribió el prólogo de una colección de fotos tomadas por paparazzi para periódicos y revistas de sociales: Private Pictures (1980) de Daniel Angeli y Jean-Paul Dousset, en la que aparecen famosos de la segunda mitad del siglo XX. Y ese texto es ejemplar porque critica absolutamente a todas las celebridades, sin excepción, y lo hace de manera muy especial. Por un lado, Burgess reconoce que la adoración de la que gozan en su momento es inevitable, por cómo nos sometemos los seres humanos al poder que se manifiesta en la fama; pero por el otro es feroz, porque recuerda que esa fama siempre es pasajera. “¿Quién es la Reina Madre? La madre de la reina”, escribe, y tiene razón. Casi todos los retratados en ese libro estaban olvidados antes de que Burgess muriese.
6. Por otro lado, a la edad que tengo empieza a suceder algo nuevo:
Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días
Suscríbete a Alberto y Raquel para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.